sábado, 30 de mayo de 2009

Así habló de nuevo Zaratustra

Y he aquí que cuarenta días deambuló Zaratustra por el desierto, hasta que decidió volver junto a los humanos.
Les daría un regalo.
Sería su Maestro.
Un día encontró a unos niños buscando un trébol de cuatro hojas.
Tomó uno común, de tres hojas, llamó a los niños y les dijo:
Todo lo que existe es, en su conjunto, como este trébol.
Uno de los pétalos es el ser humano como realidad física, ¡vive, ama, hace mil cosas!; otro de los pétalos es otra vez el ser humano, pero en sí mismo, en su conciencia, dónde están sus ilusiones, sus sentimientos, todos sus pensamientos e incluso sus frustraciones; el tercer pétalo es la reunión de todos los humanos-pues en soledad nada existe- y lo llaman sociedad.
¿Y el tallo en donde se unen los tres pétalos?, preguntó un niño.
Es la madre naturaleza que lo sustenta todo, pues el tallo sin pétalos puede existir y los pétalos sin él, nada son, no viven.
¡Qué bien unido está el trébol, los tres pétalos y el tallo!, exclamó otro niño.
Esa unión se llama civilización.
¡Qué buen aroma exhala!, afirmó aún otro niño. Lo hace más bello.
Sí, porque ese aroma es como si el trébol se pensara a sí mismo y justificara así su existencia. Representa a la cultura, que es como los humanos conciben a su civilización y se la explican.
Y flores sin aroma no son nada.